La acuarela me permite llegar al color, llegar a la transparencia y tratar desde allí plasmar lo que a mis ojos cautiva.
El agua dibuja,el pigmento da vida.
Es magia, es un instante congelado en la retina.

Exposición en Leganés, "Pintores Chilenos Contemporáneos"

Ayer 25 de Marzo, día en que mi mamá hubiera ya cumplido los setenta años si viviera aún, se inauguró la exposición "Pintores Chilenos Contemporáneos". en el Ayuntamiento de Leganés, Madrid.
Esto es, gracias a nuestro amigo de toda la vida, Alejandro Decinti.
Tengo el honor de compartir esta sala con tres grandes pintores chilenos, Alejandro, Oscar Villalón y Flavia Totoro.
Madrid está al otro lado del mundo.
Sin embargo, la amistad y el cariño no tiene fronteras, y fue, Miguel Fernández Suárez, el que quiso ser mis ojos y oídos en esta inauguración. Me dió todos los detalles, me dió fotos preciosas, me hizo sentir como si hubiera estado yo allí.
Una vez más, este episodio importante de mi vida, de mi vida como artista, me muestra el valor del cariño, de las buenas intensiones, de la recompensa al esfuerzo, pero por sobre todo, lo invaluable de la amistad.
Gracias a mis amigos, el que produjo esta exposición y quiso integrarme, el que fue y me la hizo vivir, y aquellos que estuvieron permanentemente conmigo corrigiendo, alentando, y creyendo en mí.
A los míos les debo todo, tanta paciencia, tanto incentivo que me dan.  A ellos sea, este nuevo paso en mi historia..

El Lavado.

Es cuando la veo así, concentrada en su labor es que me pregunto dónde andará su pensamiento.
Su obsesión es el lavado. Todos los días, busca qué hay que lavar, qué hay sucio.
Es una labor tan cotidiana, tan conocida, tan necesaria, pero que por algún motivo no nos es importante, no lo consideramos hasta que ya no hay nada limpio que ponerse...
Mi homenaje, con esta última pintura de esta serie, para todas aquellas mujeres que van a limpiar casas ajenas, que lavan todas esas ropas de otros, que se encargan silenciosamente, de todo este cotidiano que no hacemos por nosotros mismos.
Mi homenaje a todas ellas, que una vez cansadas, de un trabajo duro, llegan luego a sus casas, muchas a atender sus casas, sus propios hijos, sus maridos. Lavan sus propias ropas, limpian sus propios espacios...
Mis respetos para todas ellas, mujeres abnegadas, mujeres trabajadoras.

Hilda

En sus ojos todavía aparece irreverente, como si nunca se hubiera ido, la niña de travesuras de inquietos pies, de aventuras sin fin. Cuando rie, aparece sin pretensiones.
Niña que dió paso a la mujer antes de lo que debía.
Niña que crió seis hijos, niña que creció de un día a otro y que sin tregua ha vivido lo duro de la vida.
Un marido que un día la abandona, obligándola a sobrevivir y empezar de nuevo. 
Su alma está en duelo por dos de sus pescadores hijos  que el lago tragó una noche de un diciembre. Duelo que durará mientras este lago no le devuelva sus cuerpos para sepultarles por fin y descansar.
Su mirada hay días que se pierde, en recuerdos, en dolores, quizá en cúanta imagen. Pero la niña vuelve una y otra vez a salir, espontánea, alegre, y se ríe como sumergida en el interior del alma sin aún percatarse que ya creció, como no queriendo rendirse a tanto dolor que le ha dado la vida.
Esta es Hilda, una mujer de esfuerzo, trabajadora, y que sabe reír y hacerlo con ganas, orgullosa y firme, llena de cicatrices de la eterna lucha por seguir viviendo.

Lechando.

Lechar, el término que se usa para referirse a la ordeña, es una labor anónima, pero imprescindible. Don Juanito "lecha" todos los días del año, sin descanso, a las cinco y media de la mañana, y luego a las cuatro de la tarde. Sus manos grandes, sus brazos siempre colorados, producto del eterno trabajo de agua caliente y agua helada. No importa el frío, no importa si es soleado, es una labor que se hace noblemente en silencio.
Después vendrá el camión de recolección de la lechera, que la llevará a la industria para seguir con la cadena de producción.
Yo voy todas las semanas a comprar leche donde Don Juanito, siempre me recibe contento, siempre sonriendo y hasta hay días en que me permite que observe y aprenda de su importante oficio.

Don Juanito.

Este es Don Juanito, tan buen hombre, es lechador en un campo cercano a casa. El siempre se está riendo, incluso cuando lo he visto resfriado y con mucho frío.
Tiene las manos grandes y rojas por el constante trabajo con agua caliente y luego agua fría. Sus ojos siempre buenos, bondadosos, surcados con la marca de la risa, de la alegría que tiene por característica.
Este es mi querido Don Juanito. Él es un Llanquihuano.