La acuarela me permite llegar al color, llegar a la transparencia y tratar desde allí plasmar lo que a mis ojos cautiva.
El agua dibuja,el pigmento da vida.
Es magia, es un instante congelado en la retina.

Hilda

En sus ojos todavía aparece irreverente, como si nunca se hubiera ido, la niña de travesuras de inquietos pies, de aventuras sin fin. Cuando rie, aparece sin pretensiones.
Niña que dió paso a la mujer antes de lo que debía.
Niña que crió seis hijos, niña que creció de un día a otro y que sin tregua ha vivido lo duro de la vida.
Un marido que un día la abandona, obligándola a sobrevivir y empezar de nuevo. 
Su alma está en duelo por dos de sus pescadores hijos  que el lago tragó una noche de un diciembre. Duelo que durará mientras este lago no le devuelva sus cuerpos para sepultarles por fin y descansar.
Su mirada hay días que se pierde, en recuerdos, en dolores, quizá en cúanta imagen. Pero la niña vuelve una y otra vez a salir, espontánea, alegre, y se ríe como sumergida en el interior del alma sin aún percatarse que ya creció, como no queriendo rendirse a tanto dolor que le ha dado la vida.
Esta es Hilda, una mujer de esfuerzo, trabajadora, y que sabe reír y hacerlo con ganas, orgullosa y firme, llena de cicatrices de la eterna lucha por seguir viviendo.

1 comentario:

Adela dijo...

El mundo está lleno de pequeños héroes y heroínas anónimos que nos dan ejemplo para seguir viviendo.