La acuarela me permite llegar al color, llegar a la transparencia y tratar desde allí plasmar lo que a mis ojos cautiva.
El agua dibuja,el pigmento da vida.
Es magia, es un instante congelado en la retina.

En la playa


En la playa.
Es mi última acuarela.
Me encanta recordar la emoción de la chiquilina cuando por fin fue a la playa.
El agua es mágica en los niños.
Con qué alegría esperan la venida de esa ola que a medida que se acerca se va haciendo dócil.
Qué alegría de constructores, haciendo castillos, puentes y sirenas.

Inocencia




Me encanta esa carita de inocencia... todos los días me dice "nunca más lo haré mamá"
El problema es que está convencida que con eso ya no hay más que hacer y está lista para su nueva aventura, que normalmente no es lo que yo espero que haga...
Si sólo supiera ella cómo me divierten sus caritas de " yo no fui" y su capacidad de hacer locuras.
Esto me hace detenerme en lo feliz que es. Es inherentemente feliz. Su sonrisa está a flor de labios. Después de su diario llanto, porque no pudo tener algo, porque se pelió con su hermano, porque se le perdió su "tuto" y su "pete", viene al segundo la carcajada, el chiste o su energía desbordante que la lleva a correr a atrapar la vida.
¿En qué momento perdemos la capacidad de ser inherentemente felices? ¿Inherentemente alegres?
¿En qué momento nos volvemos parsimoniosos y "correctos"?
Yo quiero contagiarme de su niñez.
Quiero vivir mi vida inherentemente alegre, feliz, optimista y canalizar mis energías para que aún pueda salir tras nuevas aventuras.

Día de la Madre




Mañana será el Día de la Madre.
A mi mamá nunca le gustó celebrarlo, decía que eran artimañas mercantilistas.
La extraño tanto. Cada día, cada minuto. A veces con mucha pena, cuando dejo que me innunde el sentimiento de vacío. Como cuando no tengo cómo saber algún nombre o cuento de la familia que sólo ella recordaba, o de sólo necesitar nuevamente su olor y su abrazo. Otras veces y la mayoría de las veces, la recuerdo feliz y de hecho le hablo, porque estoy convencida que está en otra dimensión pero que no se pierde detalle de esta vida.
Qué feliz habría sido disfrutando a sus nietos. Qué feliz que habría vivido en el campo.
Cómo se habría desbordado al ver a mi sobrinita. Ver a mi hermana ser madre. Eso la habría sensillamente desbordado.
Mi mamá era una mujer de mucho carácter. Fue una mujer tremendamente valiente.
Creció en carencias, y su vida la organizó desde las carencias.
Pero tenía una fortaleza que era admirable.
Se escudó firme en convicciones. Escondió sus heridas en un carácter difícil de entender.
Ha sido la mejor compañera que he conocido.
Yo creo que muchas veces en su vida se enfrentó al miedo. Y creo que lo venció todas las veces igual como lo hizo con las cosquillas. Simplemente los dominó. Tal como lo hizo, cuando decidió que quería por fin morir en brazos de una enfermedad a la que ni siquiera le permitió que se manifestara como los doctores esperaban.

Te extraño tanto mamá. Es difícil disimular el tremendo espacio que dejaste. Te extraño.
Pero mi consuelo es que cuando más se me hace difícil asumir tu ida, vienes a abrazarme en sueños. Y sé que hoy estás bien. Sé que eres feliz. No sé como, ni pretendo entenderlo. Simplemente sé que así para tí es mejor.

Este dibujo es para mí y para tí. Quería encontrarme con tu mirada. Y lo logré dibujandola. Te ví nuevamente. Ese es mi regalo en el día de las madres. Y homenajearte es mi regalo para tí en este día de las madres.
Ahora sólo me queda estrecharte en un eterno abrazo esta noche, si me permites soñar contigo.
Feliz día Mamá.

Rosas



Me gusta mucho el juego del agua y el pigmento.
Lo entretenido es la sugerencia, como una incitación, es simple pero completa.
Al menos yo la creo completa.
Me gusta la sutileza, la simpleza, la docilidad.
Me gusta esta acuarela, fue hecha como en cinco minutos, pero es una de las pocas que me ha llenado el gusto, que no fue pretenciosa, sólo salió.
Fue un impulso.
Me pregunto, cúantas cosas uno las hace por impulso, sin procesar y son realmente las acertivas en la vida.
Pero cuando uno se vuelve impulsivo es todo un desastre.
Pareciera que detrás de estas licencias que se nos presentan estuvieran detrás las fuerzas de los que nos cuidan, los que nos conducen, los que son sólo acertividad.
Me gusta pensar que en ocasiones estamos conectados con el fluír del Universo y las cosas que creamos, hacemos y pensamos en ese instante son absolutamente acertivas.

Los hijos



Hoy estoy super sensible.
De pronto me di cuenta lo delicada que es la pertenencia, porque en realidad no existe.
Desde que tengo memoria he escuchado esto que los hijos no son nuestros sino de la vida, Khalil Gibrán me lo enseñó desde mi infancia, y la publicitada frase, "déjalo volar, si vuelve, entonces será tuyo..."
Yo hoy tengo a mis hijos. Y los siento tan míos, sus olores, sus voces sus presencias, sus increíbles maneras de ver la vida, sus cariños.
Y me siento amargamente tan afortunada.
Miro a la más pequeña, de tres añitos, y observo con ternura que su vida es mi vida. Necesita tocarme, que la arruye como "una bebecita" me dice. Depende de mis alegrías, se asusta cuando me enojo.
Mi pequeña hijita. La huelo intensamente, porque ya he aprendido que es tan corto el tiempo en que sus manitas van a preferir las mías que al mundo. Que sus ojitos brillen con tanta inocencia, que sus pensamientos son tan rápidos, cándidos y tan llenos de amor libre, déspota y feliz.
Ella me ama. Y yo la adoro. Es mi conexión con la vida, con la concepción, con lo que me resta de juventud en un cuerpo que decide ir hacia la madurez.
La mayor es mi trascendencia, mi espíritu que de alguna manera se acopla al de ella y sueña otra vez a hacer la vida. Es dulce, y todavía mía. Inexplicablemente, aún es mía.
En su plena adolescencia, en que parece que aflora cada día un espíritu viejo que ya sabe de qué se trata esto, y parece saberlo, es increíble. Ha crecido, ya es una mujer. Va a cumplir 17 en un par de meses y me parece increíble que también fui yo la que la acunó y la olió impetuosamente y que tontamente no me di cuenta que era tan rápido su pasar por mi pertenencia.
Y aún es mía. Aún me escucha, aún me pide arruyo. Aún le gusta pasar su tiempo conmigo.
Es como un pajaro libre, que cuando escuche el trinar de la vida va a volar feliz, sin jaulas, confiada en su instinto viejo, que a su tierna edad ya la hace tan acertiva y delicada.
Mi niño es un mundo en sí mismo. Claro que es mío, pero siempre ha sido mío en lo táctil.
De los tres, es el que más me robó mi espíritu. Es el que más me ha complicado y exigido. Es el que me hacía sentir que era mío, tanto que me confundía yo en él. Es el que he tratado de entender y con el que he luchado por que entienda. Es al único al que yo le quité mi seno de leche, al que despojé de mi piel, y al el que más he abandonado. Es el único de los tres que siempre me quiso suya, mientras las otras dos querían ver la vida. Corté yo el lazo de acero. Y esa es mi culpa.
Ahora es difícil llegar a él. Y es tan niñito aún.
En estos días de mordisquear el sabor amargo que va a ser ya no verlos niños, por lo que yo pierdo, y a la vez de acunar la esperanza de verlos en pelea firme y genial con la vida, un hombre hecho de valor y cariño. Y un par de mujeres que rujan sus espacios, sus amores y que sientan profundamente. Que aprendan a oler el amor de los que aman.
Entonces, hoy me veo triste. Porque soy feliz. Soy tan afortunada. Pero ya me duele, y eso que soy de las que no gusta de adelantarse mucho y prefiero vivir el presente con todos sus detalles.
Pero empatizo con la pérdida del que amo.
El, que no puede oler a sus hijas.
El, no puede sentir la pertenencia. El no puede abrazarlas como quisiera. Y lo más triste, es que no puede dejar que ellas le roben el espíritu porque no lo comparten. Al menos no aún y esa es mi esperanza. Ellas son ajenas, y él no entiende cómo entablar un idioma de valor, de esperanza, de respeto y de mirar el futuro con orgullo.
Mi amargura es esa. Me duele a mí como si fuera yo la madre de esas criaturas. Y son ajenas.
Entonces, mi desición hoy es vivir más aún el olor de mis hijos.
Hacerme cargo de la culpa de abandonar a mi niño en lo que yo sé que todavía puedo intentar buscarlo.
Acompañar a mi mujercita en lo que ella permita que esté, y saber reir con ella, que sienta que me va a tener cuando por fin la vida decida apartarmela.
Y a mi pequeñita, darle el valor. Darle la mirada profunda que atraviesa los ojos, las palabras, para que encuentre almas detrás de las personas, para que no las juzgue y aprenda a ser compañera.
Creo que es mi misión. Y estoy extremadamente sensible por eso.